Los puentes del mar son las naves

En 1622 lo único que le sobra a España son enemigos. Enemigos que buscan fundamentalmente debilitar su poderío económico, romper su monopolio ultramarino y tener acceso al comercio con las Indias occidentales y orientales. Aunque España es esencialmente un poder marítimo porque domina en todos los continentes, lamentablemente no es el único poder marítimo porque en Europa hay otras importantes marinas de guerra (especialmente, la holandesa). Por eso, el poderío naval resulta vital para mantener su imperio con las nuevas guerras que se avecinan con el resto de potencias europeas o no. Y en esta evolución son las actuaciones marítimas de los españoles un proceso histórico de alcance mundial. De hecho, con ellas llega la confirmación de la expansión marítima global. Gracias a ello se convierte el mar como vía de comunicación en un factor estratégico capital para el desarrollo de las naciones (de hecho, es la clave para entender la historia de la mayoría de ellas). Por todo ello, para 1622 las flotas españolas sirven para consolidar los intereses en los océanos, en el estrecho de Gibraltar y en los mares del Norte y Mediterráneo impidiendo las ayudas a los enemigos, apoyando la presencia en las Canarias y en la costa africana combatiendo el corso y la piratería por todas partes.